En las ciudades contemporáneas marcadas por alta densidad y verticalización, las terrazas — muchas veces pasadas por alto como simples cubiertas técnicas — han ganado protagonismo como espacios estratégicos de reconexión con la naturaleza, ampliación del uso residencial y respiro colectivo. En especial en las residencias unifamiliares insertadas en contextos urbanos densos, estos espacios se revelan como oportunidades valiosas de ampliar la superficie habitable sin ocupar más suelo. Al elevar la vida cotidiana por encima del nivel de la calle, las terrazas posibilitan nuevos modos de habitar el espacio urbano, promoviendo usos que van desde el ocio hasta la producción alimentaria, de la contemplación a la socialización. En contextos de escasez de áreas verdes y presión por infraestructura, también representan el potencial de crear lo que la arquitecta paisajista Catherine Mosbach llama "capas adicionales de urbanidad". Ya sea como jardines suspendidos, espacios de encuentro, huertos o áreas de bienestar, las terrazas desafían la idea de que la ciudad termina en el último piso — y nos invitan a pensar el techo como suelo.
Le Corbusier ya vislumbraba, en los años 1920, el potencial simbólico y funcional de las cubiertas al proponer el concepto de la "quinta fachada" — un plano superior accesible y activo, capaz de acoger jardines, espacios de ocio y nuevas formas de vida urbana. Esta visión, adelantada a su tiempo, cobra hoy nueva fuerza ante los desafíos ambientales y sociales que enfrentamos. Proyectos icónicos como la monumental escalera temporal instalada por MVRDV en Róterdam, marcando el acceso a la cubierta de un edificio, o programas como los Green Roofs de Toronto, la obligatoriedad de cubiertas vegetadas en París, o los huertos comunitarios en los rooftops de Nueva York, muestran que estos espacios han sido reinterpretados tanto por el poder público como por la iniciativa privada como infraestructuras con potencial.
Aunque muchas de las experiencias de revalorización de cubiertas están asociadas a edificios multifamiliares o espacios públicos, hay una creciente atención hacia las terrazas de casas unifamiliares, especialmente en lotes urbanos compactos, donde el patio tradicional cede espacio a la cubierta activa. Además, ante eventos climáticos extremos e islas de calor, estas superficies horizontales cobran relevancia ecológica, al contribuir a la regulación térmica, retención del agua de lluvia y aumento de la biodiversidad urbana. Pero su uso aún se enfrenta a obstáculos técnicos, legales y culturales, exigiendo soluciones arquitectónicas específicas para su real integración a la vida de la ciudad — inclusive y especialmente en la escala doméstica.
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La historia de las cubiertas planas útilesUsos variados: influencia del clima y el contexto
Por su configuración necesariamente externa, los usos y formatos de las terrazas están profundamente moldeados por las condiciones climáticas y contextos culturales de cada región. En países de clima seco y soleado, como los mediterráneos o del Medio Oriente, las terrazas funcionan como extensiones naturales de la casa, frecuentemente utilizadas para comidas al aire libre, descanso nocturno bajo el cielo, cultivo de hierbas y hortalizas o como espacios para socialización intergeneracional.
En regiones tropicales húmedas, como el Sudeste Asiático o Brasil, estas áreas demandan adaptaciones específicas — como sombreado con pérgolas o toldos, drenaje eficiente y uso de vegetación densa para control térmico — sin embargo, siguen siendo apropiadas de diversas maneras, siendo común que sirvan como áreas gourmet o espacios para pequeños cultivos urbanos.
Además de los usos convencionales, hay también otras apropiaciones que revelan la versatilidad simbólica y práctica de estos espacios. En áreas urbanas densas, donde el suelo es escaso, la terraza puede adquirir nuevas funciones: transformarse en parques infantiles elevados para niños, con estructuras ligeras y seguras, o en áreas dedicadas a mascotas, con céspedes artificiales, circuitos de agilidad y espacios sombreados para descanso.
Otras apropiaciones más inusuales incluyen la instalación de pantallas retráctiles para sesiones de cine al aire libre en familia, retiros silenciosos de contemplación y lectura, huertos sensoriales con plantas aromáticas y medicinales, o la creación de pequeños observatorios domésticos para la contemplación del cielo nocturno, combinando ocio y educación. También hay quienes utilizan la terraza como espacio de experimentación artística — ya sea como taller de pintura, como área de instalación de esculturas u objetos interactivos. Son diferentes apropiaciones que revelan el potencial de la terraza como un territorio íntimo y flexible, capaz de acomodar diferentes fases de la vida y expresar, de forma creativa, los valores, deseos y rutinas de quienes lo habitan.
Acceso e integración: conexión entre interior y exterior
Este es un punto crucial cuando se trata de las terrazas: su conexión con el resto de la casa. En residencias unifamiliares, la manera en que se accede a la terraza determina, en gran medida, el grado de apropiación y frecuencia de uso. Una terraza accesible solo mediante escaleras técnicas o con paso por ambientes de servicio tiende a ser percibida como un espacio secundario, eventualmente subutilizado. Por otro lado, cuando el acceso es directo, cómodo e integrado a la rutina doméstica — a través de escaleras internas bien posicionadas, jardines en niveles interconectados o vanos generosos que prolongan el área social hasta la cubierta — la terraza pasa a ser vista como una extensión legítima de la casa, activada en el cotidiano.
Proyectos arquitectónicos contemporáneos han explorado esta continuidad espacial de manera cada vez más refinada. Escaleras escultóricas, claraboyas articuladas, pasarelas internas y grandes paneles de vidrio deslizantes permiten transiciones sutiles entre el espacio interno y el externo, disolviendo las fronteras físicas y visuales entre interior y cubierta. En lotes urbanos estrechos, por ejemplo, la terraza puede estar conectada al piso superior a través de soluciones compactas, pero bien diseñadas, que valoran la iluminación y la ventilación natural — transformando el recorrido hasta la cubierta en parte de la experiencia arquitectónica de la casa.
Formas y volúmenes: la terraza como gesto arquitectónico
Lejos de ser simplemente superficies planas y utilitarias, las terrazas pueden asumir protagonismo como elementos de expresión formal en la arquitectura de las residencias unifamiliares. Su conformación volumétrica — ya sea como cubierta plena, entrepiso, plataforma escalonada o balcón-jardín — influye directamente en la silueta del edificio y su relación con el entorno urbano. En lugar de seguir la lógica convencional de la losa plana y sin tratamiento, la terraza puede ser diseñada como una continuidad de los espacios internos, con plataformas en diferentes niveles, jardineras empotradas, bancos moldeados en la propia estructura, espejos de agua o pérgolas que añaden profundidad y textura a la composición. En terrenos con desnivel, existe también la posibilidad de crear terrazas que se proyectan en voladizo o que actúan como miradores urbanos, ampliando visualmente el lote. Desde el punto de vista plástico, estos espacios permiten experimentaciones que rompen con la tipología tradicional de la casa térrea o superpuesta, proponiendo juegos de llenos y vacíos, opacidades y transparencias, sombra y luz — transformando la terraza en un verdadero gesto arquitectónico.
Materiales: seguridad, confort y estética
La elección de los materiales es determinante para la funcionalidad, durabilidad y confort de las terrazas. Al estar expuestas al sol, lluvia y variaciones térmicas, los materiales deben ser resistentes y seguros. Para los pisos, porcelanatos antideslizantes, decks de madera tratada, cementos drenantes o placas de concreto son opciones frecuentes por combinar resistencia y buen drenaje. Pequeñas estructuras como pérgolas, brise-soleils o lonas tensadas también pueden ser requeridas para generar sombra y confort térmico, utilizando materiales como la madera y el acero.
En los aspectos técnicos, se destaca también la impermeabilización de la losa como una etapa esencial, hecha con mantas asfálticas, membranas líquidas o termoplásticas, siempre acompañada de un sistema eficiente de drenaje e, idealmente, de captación del agua de lluvia para reutilización. En el caso de las jardineras y jardines, se entiende la exigencia de soluciones específicas: al menos 30 cm de profundidad para hierbas y gramíneas, y más de 60 cm para especies mayores, siempre con impermeabilización reforzada. Para piscinas, la estructura debe ser diseñada desde el inicio, considerando el peso del agua y refuerzos adecuados. Elementos de seguridad, como barandillas por encima de 1,10 m y barreras físicas en los bordes expuestos, son obligatorios y contribuyen a un uso seguro del espacio.
Expandiendo límites: la micropolítica del espacio aéreo
A través de estos ejemplos, se observa la emergencia de un nuevo paradigma urbano: el reconocimiento de las terrazas y cubiertas como espacios abiertos con un potencial aún poco explorado. Es importante reconocer, sin embargo, que no todas las viviendas cuentan con esta posibilidad. El acceso a una terraza utilizable es, muchas veces, un privilegio urbano — lo que hace aún más relevante discutir formas colectivas, accesibles e inclusivas de activación de estos espacios. Al expandir el habitar hacia arriba, ya sea de manera individual o colectiva, también abrimos espacio a nuevas narrativas en la ciudad.
