
Desde las emisiones de gases de efecto invernadero y la contaminación atmosférica hasta la deforestación, una de las principales causas que contribuyen al aumento de la temperatura del planeta son las emisiones de los sistemas de transporte. Abordando desde su historia y evolución hasta los principales problemas y desafíos, el desarrollo y la aplicación de la movilidad eléctrica en las ciudades refleja una transición que implica una combinación de medidas y políticas a nivel global para alcanzar un transporte más limpio y sostenible. Idear instalaciones seguras y cómodas para caminar o andar en bicicleta, fomentar el uso del transporte público y la movilidad compartida, diseñar calles más limpias y eficientes incluyendo a los vehículos eléctricos, entre otras acciones, forman parte de un creciente esfuerzo mundial para reducir las emisiones de carbono.
Si bien los vehículos eléctricos se inventaron antes que los vehículos con motores de gasolina y diesel en la primera mitad del siglo XIX, durante los últimos 20 años han experimentado importantes avances tecnológicos reduciendo sus costes además de reducir su impacto ambiental y aumentar su utilidad. Hacia 1834, Thomas Davenport inventó el primer vehículo eléctrico movido por una batería al construir un pequeño tren con una vía circular además de inventar el primer motor eléctrico de corriente continua (CC). Los años subsiguientes se fueron desarrollando diferentes avances y descubrimientos, aunque el problema principal de los vehículos eléctricos se concentraba en las baterías. El consumo de zinc de una batería resultaba cuatro veces más costoso que el carbón de una máquina de vapor, por lo que competía en ese momento con el motor eléctrico.

En 1898, se construyeron y comercializaron los primeros vehículos eléctricos que circularon por las calles de Londres y Nueva York. Como explica Francisco Martín Moreno en "Vehículos eléctricos. Historia, estado actual y retos futuros", a principios del siglo XX se fabricaron y comercializaron varios modelos de autos eléctricos que permitían recorrer distancias reducidas y se encontraban al alcance de la población más adinerada. Los primeros autos de gasolina aparecieron en los años 20 y presentaban grandes desventajas en comparación con los eléctricos: eran ruidosos, producían un fuerte olor a gasolina y eran difíciles de conducir por el complejo manejo de la palanca de cambio de velocidades. Sin embargo, entre 1920 y 1930 se descubrieron grandes cantidades de petróleo, abaratando el combustible de los coches de gasolina en Texas y otros estados de EE.UU. Se comenzaron a construir carreteras que unían las ciudades permitiendo a los vehículos de gasolina trasladarse de una ciudad a otra, lo que no estaba al alcance de la corta autonomía del vehículo eléctrico. Las técnicas de producción en masa, como la cadena de montaje de Henry Ford, redujeron aún más los costes, haciendo que los coches de gasolina fueran asequibles para la clase media.
Artículo relacionado
Estaciones de servicio y autos eléctricos: ¿cómo transforman las ciudades?
A finales de la década de 1920, los autos de gasolina le ganaban a los eléctricos, que dejarían de fabricarse en los años 30. Sin embargo, como resultado de la crisis del petróleo en la década de 1970 y la Guerra del Golfo en la década de 1990, además de aparecer en agenda la emergencia del cambio climático, comienza un nuevo resurgir del auto eléctrico dando lugar a modelos desde vehículos utilitarios hasta autobuses e incluso camiones. La crisis energética provocó un aumento de los precios de la gasolina, y la sociedad en los países avanzados comenzó a tomar conciencia de los efectos de las emisiones de gases de efecto invernadero procedentes de la combustión del petróleo, el efecto invernadero y el cambio climático. La preocupación por las emisiones de gases de efecto invernadero y el cambio climático aumentó a medida que subían los precios del petróleo, y la sociedad comenzó a reconocer y ser más consciente del impacto del modelo de transporte actual en las ciudades y de la urgencia de encontrar alternativas de transporte más respetuosas con el medio ambiente.


En los países desarrollados durante el siglo XX, el crecimiento de las ciudades se debió en gran medida al desarrollo del automóvil privado, lo que permitía a los ciudadanos/as recorrer kilómetros y kilómetros a diario desde la vivienda al trabajo. La expansión urbana hacia las periferias trasladó el coste del desplazamiento a los individuos. Algunas zonas residenciales se están desarrollando lejos de los centros de las ciudades y de las zonas industriales, donde una gran proporción de la población depende del automóvil. En 2010, la población mundial era de 7.000 millones de personas y se espera que alcance los 10.000 millones para 2050. La cantidad de vehículos en 2010 era de 75 millones y para 2050 se prevé que sea de 2.500 millones. ¿Existirán suficientes reservas de combustibles fósiles en nuestro planeta para todos los vehículos? ¿Cuál será el futuro de las estaciones de servicio?

En la búsqueda por cumplir los objetivos del Acuerdo Climático de París y reducir la creciente contaminación del aire, los países de ingresos bajos y medios necesitan formar parte de un cambio global hacia una movilidad eléctrica con cero emisiones. Según datos de la Agencia Internacional de Energía y el Observatorio Europeo de Combustibles Alternativos, China lideró el mundo en 2024 con más de 7 millones de vehículos eléctricos (incluyendo automóviles y autobuses) en funcionamiento, un aumento de más de 3 millones en tan solo un año. Estados Unidos ocupó el segundo lugar, seguido de Alemania, que lidera en Europa con aproximadamente 1,3 millones de vehículos eléctricos. El Reino Unido y Francia completan los cinco primeros puestos.

Junto a organizaciones internacionales y socios del sector privado, las finanzas y el mundo académico, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) ha desarrollado un nuevo programa mundial para apoyar la transición a la movilidad eléctrica en países de ingresos bajos y medios a nivel mundial. En América Latina, el sector del transporte es responsable de alrededor de un tercio de las emisiones de CO₂. La movilidad en motocicletas y vehículos de tres ruedas es clave para los sistemas de transporte en África, Asia y algunas partes de Latinoamérica. Frecuentemente, estos vehículos recorren distancias diarias de 100 kilómetros o más transportando pasajeros y mercancías y satisfaciendo las necesidades de movilidad de millones. Sin embargo, estos vehículos suelen depender de tecnologías obsoletas, lo que los vuelve altamente contaminantes e ineficientes. La electrificación de vehículos de dos y tres ruedas representa una oportunidad significativa para reducir tanto las emisiones de gases de efecto invernadero como la contaminación atmosférica. El PNUMA está ayudando a 17 países a crear estrategias nacionales y a ejecutar proyectos piloto para introducir estos vehículos eléctricos en regiones como África, el Sudeste Asiático y América Latina.

Dada la rápida urbanización en muchos países de ingresos bajos y medios, el transporte público masivo sigue siendo un pilar fundamental de la movilidad urbana. Ciudades de África, Asia y Latinoamérica buscan invertir en mejores sistemas e infraestructuras de transporte, incluyendo líneas de autobuses de alta capacidad y sistemas de tránsito rápido de autobuses (BRT). Sin embargo, teniendo en cuenta una vida útil promedio de los autobuses de 12 años o más, se requiere tomar medidas para evitar que estos nuevos sistemas de transporte se estanquen en una tecnología de autobuses obsoleta e ineficiente. El desarrollo de políticas de apoyo e incentivos en la adopción de vehículos de cero emisiones resulta fundamental para alcanzar la electrificación del transporte público. La Comisión Europea propone promover iniciativas de inversión en infraestructuras de recarga y comercio de derechos de emisión, que se implementarán a partir de 2026, poniendo un precio al carbono de los vehículos de combustibles fósiles. Esta medida busca impulsar el uso de vehículos eléctricos y la transformación de los sistemas de transporte. Ahora bien, ¿cómo se podría desarrollar la infraestructura de recarga para respaldar un potencial crecimiento masivo en la flota de vehículos eléctricos? ¿Qué mejoras e innovaciones se necesitan para satisfacer esta demanda futura? ¿Qué sucedería si todo el transporte dependiera repentinamente de la red eléctrica?


Las Naciones Unidas han declarado que el uso del transporte público es esencial para frenar el cambio climático, subrayando que la electrificación de los autobuses y trenes puede reducir las emisiones de gases de efecto invernadero hasta en dos tercios por pasajero y kilómetro en comparación con los vehículos privados. Sin embargo, los vehículos particulares demuestran el mayor potencial de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. En 2018, los vehículos ligeros representaron casi el 50 % de todas las emisiones del transporte, incluyendo el ferroviario, el marítimo y el aéreo. Varios de los principales fabricantes de automóviles plantearon objetivos ambiciosos para introducir nuevos modelos de vehículos eléctricos en los próximos cinco años.

Según un estudio del McKinsey Center for Future Mobility (2019), alrededor del 60% de los viajes en automóvil realizados en el mundo son de menos de 8 kilómetros, y en ellos se podrían aplicar soluciones de micromovilidad. La electromicromovilidad se refiere a opciones de transporte eléctrico pequeñas, ligeras y de baja velocidad, generalmente utilizadas en viajes de corta distancia, que involucran a skateboards y bicicletas eléctricas, ciclomotores, scooters y motos, y cuadriciclos. Desde el punto de vista de sus usuarios, los vehículos eléctricos no presentan grandes ventajas dado que resultan costosos, tienen poca autonomía y grandes tiempos de carga. Sus beneficios se ven reflejados en la sociedad al relacionarse con la emisión de gases de efecto invernadero y contaminantes principalmente. Por esta razón, se busca que tanto gobiernos estatales como municipales establezcan políticas de incentivos y medidas que ayuden a la promoción de este tipo de vehículos como subvenciones en la compra de los vehículos, reducciones o eliminación de impuestos, facilidades de estacionamiento, puntos de recarga gratuitos, accesos a los centros de las ciudades, tarifas eléctricas especiales para la recarga nocturna, etc.


Cabe preguntarse entonces, ¿Cuál será el futuro del transporte actual? ¿Cómo se podrían integrar nuevas formas de inteligencia natural, artificial y colectiva en el diseño de los sistemas de transporte actuales para mejorar la resiliencia a los desafíos ambientales y de crecimiento? ¿Qué alianzas entre países, industrias y organizaciones son necesarias para garantizar un suministro sostenible e innovador de materiales esenciales? ¿Qué pasará con las baterías y los componentes electrónicos usados de los vehículos eléctricos? ¿Será la movilidad eléctrica en las ciudades la única forma de reducir las emisiones de carbono?
Este artículo forma parte de los temas de ArchDaily: ¿Qué es la Inteligencia del Futuro?, presentado con orgullo por Gendo, copiloto de IA para arquitectos.
En Gendo, nuestra misión es ayudar a los arquitectos a producir imágenes conceptuales 100 veces más rápido, centrándonos en la esencia del proceso de diseño. Hemos desarrollado una herramienta de IA de vanguardia en colaboración con arquitectos de algunas de las firmas más reconocidas, como Zaha Hadid, KPF y David Chipperfield.
Cada mes profundizamos en un tema a través de artículos, entrevistas, noticias y proyectos de arquitectura. Te invitamos a conocer más sobre nuestros temas. Y, como siempre, en ArchDaily valoramos las contribuciones de nuestros lectores y lectoras. Si deseas enviar un artículo o una obra, contáctanos.